FRAGMENTO DE LA CASIDA EN LÂM DE LOS ÁRABES
Levantaos, ¡hijos de mi madre! y alejad de mí el pecho de vuestras cabalgaduras.
Ciertamente hacia otra gente, diferente, es ante quien de veras me inclino.
He de apartarme: los anhelos son ardientes y la noche, iluminada está por la luna,
y aparejados están para el viaje el alazán y los arneses.
Siempre habrá en la tierra para el hombre digno un refugio, lejos de la maldad,
y en el planeta existirá para quien el odio teme un retiro apartado.
Te juro que este Mundo no es nada estrecho para quien
emigra por aspiración o por miedo, si lo planea con la razón.
No sois vosotros mis allegados, sino el lobo rojizo,
el tigre de estirada piel y la hiena de bella crin erizada.
Ellos sí son mis verdaderos parientes: no difunden el secreto confiado
ni el delincuente es marginado por el delito que cometió.
Todo hombre libre es valiente por naturaleza, y yo también,
cada vez que me enfrento a un desafío, soy aún más valiente.
Mas no soy el más rápido en extender las manos hacia la mesa de comer,
puesto que el más tumbaollas es el más veloz en la voracidad.
No es eso más que un gesto de favor que yo hago con ellos.
Puesto que siempre el primero que hace el favor es el mejor.
La pérdida de quien no corresponde a mi favor con ningún bien:
ni en su proximidad hay alivio y siempre me la compensan.
Tres leales y constantes compañeros: un buen corazón valeroso,
una creyente y afilada espada y un arco amarillo muy potente.
Sanfarà: Tâbit ben Aws al-Azdî, conocido por el sobrenombre de al-Sanfarà, es decir, "el de labios grandes", se crió entre los Banû Salâmân de la tribu Fahm, a la que pertenecía su madre. De niño fue arrebatado a su familia paterna que era de otra tribu. Cuando ya mayor se enteró de su secuestro, juró vengarse matando a cien hombres de la tribu Fahm. Después de matar a 99 hombres de los Ban Salâmân, fue capturado y muerto. Al cabo de un tiempo pasaron algunos hombres de la tribu, uno de los cuales, reconociendo el cadáver, con indignación golpeó el esqueleto clavándosele una esquirla en el pie y murió. Así se cumplió la promesa. Sanfârâ era gran corredor; por eso se dice en árabe: "A' dà min al-Sanfârâ", es decir, "más rápido corriendo que al-Sanfârâ." Cuando al-Sanfârâ fue asesinado, a mediados del siglo VI, su tío, amigo y compañero en al-sa'laka (la vagancia), el gran poeta Ta'bbaa Sarran, lloró su pérdida en una elegía muy sentida.
Fuente: "Historia de la Literatura Árabe Clásica" de Mahmud Sobh, Catedrático emérito de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Complutense de Madrid.
"PALMERA"
En medio de Arruzafa se me apareció una palmera de Oriente
que se alojó en la tierra de Occidente, del país del
palmeral.
Y le dije: eres semejante a mí en emigración y en lejanía,
y en la larga distancia de mis hijos y de mi entorno
familiar.
Tú has crecido en una tierra que te es ajena como extraña.
Tu caso al mío es igual: ambos, en exilio y en penar fatal.
¡Que seas regada por las cargadas nubes con sus lluvias
que descargan y siguen pidiendo a los cielos más temporal!
¡Ay, palmera de mi alma! Tú eres extraña, como yo, extraño
en Occidente, lejos de tu raíz de antaño, raíz oriental!
'Abd al-Rahmân I
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Abd al-Rahmân ben Mu'âwiya ben Hisâm, el décimo de los
califas omeyas (105/125), de la tribu Qurays (la misma tribu de Mahoma), de
kunya Abû l-Mutarrif. Nació en al-Raqqa, ciudad donde su abuelo, Hisâm, fijó la
residencia veraniega del califato de Damasco y donde construyó su palacio
residencial al-Ruâfa [Arruzafa]. Tras la derrota del último califa omeya
(Marwân II - 127/132) en la batalla de al-Zâb al-Akbar por los abasíes en 132, 'Abd al-Rahmân logró
esconderse de las matanzas de los abasíes, aliados de los sî íes; más tarde
llegó a Damasco; luego se refugió en Tiberíades y en Ramla (sur de Palestina),
al-Fustât (El Cairo), Burqa (Libia) y al-Mahdiyya (Túnez). En 236 llegó a Tanya
(Tánger), donde halló refugio junto a sus tíos maternos de la tribu beréber
Nafza.
Envió a su esclavo Badr a al-Ándalus para conectar con los
partidarios de los omeyas. AL año, Bard regresó para informar que el ambiente
era propicio. En el año 138, 'Abd al-Rahmân desembarcó en al-Munakkab
(Almuñécar). Luego fue a Turrus (Torrox), en la provincia e Ilbîra (Granada).
De ahí pasó a Córdoba, apoyado por los andalusíes.
Tras derrotar al ejército de Yûsuf al-Fihrî, el 10 de Dû
l-Hiyya del año 138, entró triunfante en Córdoba para establecer el Emirato
Omeya de al-Ádalus; rechazó ser investido de Califa, puesto que en el Islam no
era posible la existencia de más de un califato, que a la sazón era el de los
abasíes en al-Masriq, el Oriente musulmán. El segundo califa abasí, Abû Ya'far
al-Mansûr (136/158) que construyó Bagdad (Ciudad Redonda) como capital del
Califato (145), fue quien llamó a Àbd al-Ramân, Saqr -Sacre Qurays-. También
fue llamado al-Dâjill (el inmigrado) o Àbd al-Rahmân al-Awwall I, por ser el
primero de los omeyas andalusíes llamdos con este nombre. Con el
establecimiento del Emirato Omeya independiente en al-Ándalus y con la
construcción de la Gran Mezquita de Córdoba (170) se produjo un importante y
extenso impulso de la islamización y de la arabización.
'Abd al-Rahmân acogió a los omeyas perseguidos por los
abasíes. Les proporcionó medios de vida y les hizo ocupar altos cargos en la
Administración. La mayoría eran muy cultos, siendo aficionados a las letras y
al arte poético. El propio Emir compuso muchas qasidas. Este gran poeta,
fundador del Emirato, constructor de la Mezquita -al-Masyd al-Yâmi- Mezquita
Aljama y de al-Rusâfa, murió en su Córdoba en 172 de la Hégira, 788 de la Era
Cristiana.
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